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jueves, 14 de abril de 2016

Unidad 5. Desarrollo de La Primera Guerra Mundial.

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL


Desarrollo de la guerra

El transcurso de la Primera Guerra Mundial presenta dos fases sucesivas. La primera, derivada directamente del Incidente de Sarajevo, comprende un lapso de casi 3 años, entre agoato de 1914 y marzo de 1917, y compromete de manera directa sólo a las potencias europeas en conflicto. La segunda fase da comienzo en marzo de 1917 ­–cuando la lucha se convierte en “mundial” con la intervención militar de Estados Unidos en los campos de batalla europeos y el abandono de la neutralidad de algunos países de Iberoamérica en favor de los aliados de la Entente- y termina en noviembre de 1918, fecha en que concluye la guerra.

 

La fase europea

Inicio de la guerra europea. El conflicto bélico internacional que surgiera en una zona del sureste de europea se extendió luego en una guerra total a buena parte del continente, como una reacción en cadena que fue afectando a las potencias europeas  como si fueran eslabones unidos por el sistema de alianzas. Por un lado, los países generadores del conflicto, Alemania y Austria-Hungría, dos de los integrantes de la Triple Alianza (Italia optó a última hora por no hacer causa común con sus aliados en el conflicto internacional) a los cuales se conocía como las Potencias Centrales, y en el bando contrario, los integrantes de la Triple Entente, Gran Bretaña, Francia y Rusia, que constituyeron el bloque de los llamados países “Aliados”.
Después de la declaración  de guerra de Inglaterra a Alemania el 4 de agosto, el conflicto bélico europeo era ya un hecho. Las circunstancias en que se dieron las declaraciones de guerra entre las Potencias Centrales y los Aliados parecían demostrar a juicio de los altos mandos políticos, el interés de Alemania en precipitar los acontecimientos para conducir a los demás  países hacia el enfrentamiento armado. Sin embargo, entre el pueblo alemán existía la creencia general, alimentada por la propaganda oficial, de que su nación era víctima de las agresiones de los países de la Entente, por lo que los alemanes recibieron el anuncio con gran entusiasmo nacionalista.
Pero tal fervor no era exclusivo del pueblo alemán. Al iniciarse el conflicto armado en los primeros días de agosto de 1914, los pueblos europeos, bajo influencia de la propaganda, no sólo aceptaban participar en la contienda sino que estaban dispuestos a luchar por la patria hasta vencer a sus enemigos; y por eso, independientemente de su pertenencia a una determinada clase social o partido político, los europeos se solidarizaban con sus respectivos gobiernos en una “unión sagrada”, como le llamaron los franceses, quienes deseaban vengarse de Alemania por la derrota sufrida en la Guerra Franco-Prusiana. Este entusiasmo nacionalista de los pueblos permitió a los gobernantes respectivos reforzar su autoridad y al mismo tiempo mantener el orden interno. El hecho más sorprendente al respecto lo constituyó la actitud que, en casi todos los países beligerantes, asumieron los grupos socialistas, cuya oposición a la guerra se había manifestado en varias ocasiones pero que ante las circunstancias presentes estaban dispuestos a apoyar la causa del gobierno. En un principio, la aceptación popular al conflicto significó en todas partes una estabilización de la situación política interna; los parlamentos no dudaron en aprobar los gastos correspondientes y estuvieron de acuerdo en pasar a un segundo plano, dejando la toma de decisiones al poder Ejecutivo.

Guerra de posiciones y estancamiento. Cuando se inició la guerra, ambos bandos esperaban que el conflicto fuera de corta duración. La estrategia bélica de Alemania se apoyaba principalmente en el Plan Schlieffen, elaborado por Alfred von Schlieffen, jefe del Estado Mayor alemán entre 1891 y 1907. El citado plan proponía una rápida movilización ofensiva contra Francia a través de Bélgica, y suponía la destrucción total del ejército francés en un lapso de seis semanas, para lanzar luego una ofensiva hacia el este, contra Rusia. Por otra parte, los Aliados confiaban también en la brevedad de la guerra, entre otras cosas porque no estaban en posibilidades de costear un enfrentamiento prolongado y suponían que sus enemigos se encontraban en iguales circunstancias. Al igual que los alemanes, los franceses habían elaborado un plan de ataque, el Plan 17 (así llamado por ser la decimoséptima ocasión que Francia intentaba vengarse de los alemanes desde la guerra franco-prusiana). Este plan había sido cuidadosamente elaborado durante varios años, y los franceses tenían absoluta confianza en que significaría una trampa mortal para los alemanes.
Sin embargo, los hechos no ocurrieron como se esperaba y ambos bandos, desconcertados por el fracaso de los planes respectivos –debido principalmente a que cada uno subestima la capacidad de resistencia del contrario-, tuvieron que dar marcha atrás en su estrategia ofensiva, viéndose obligados a adoptar actitudes defensivas que llevaron al estancamiento de la lucha y a la necesidad de atrincherar las tropas en los frentes de combate, con lo cual la Gran Guerra se prolongó mucho más de lo esperado.
El Plan Schlieffen fue puesto en práctica por los alemanes desde los primeros momentos; pero si bien lograron entrar a territorio francés, la estrategia no tuvo el éxito esperado debido a la tenaz resistencia de los franceses, quienes recibieron ayuda de fuerzas británicas. Los ejércitos alemanes se vieron obligados a salir de Francia y replegarse hacia el Norte, después de la Batalla del Marne, en septiembre de 1914. El fracaso del plan militar alemán, en el que las Potencias Centrales habían depositado una gran confianza, fue de importancia decisiva para el curso que habría de seguir la guerra. En el frente oriental, los alemanes habían logrado una importante victoria sobre Rusia en la Batalla de Tannenberg, en Prusia oriental (agosto de 1914), y durante 1915 consiguieron ganar a los rusos algunas batallas en las que las tropas alemanas emplearon gases asfixiantes. Al mismo tiempo, los austriacos eran derrotados por las tropas rusas que entraron a su territorio y amenazaban con trasponer la frontera alemana. A pesar de los graves fracasos que enfrentaron ambos grupos de países contendientes, ninguno de ellos desistió; se mantuvieron en las posiciones a las que habían logrado avanzar y perfeccionaron sus sistemas defensivos al tiempo que se daba un relativo estancamiento en la estrategia militar. De manera que los frentes de guerra se convirtieron en líneas fortificadas donde soldados de uno y otro bando permanecían expectantes durante un tiempo prolongado.
El fracaso de la logística de guerra se hizo evidente cuando ninguno de los bandos enfrentados tuvo la capacidad de implementar una estrategia que sustituyera los fallidos planes iniciales. Las tácticas se improvisaban sobre la marcha, sin visión a largo plazo, y la tecnología resultó inadecuada para enfrentar la realidad de una guerra que se prolongaba mucho más de lo previsto. A partir del otoño de 1914 dio comienzo a un periodo de estancamiento, con los ejércitos hacinados en trincheras, en lastimosas condiciones de subsistencia y sin posibilidad de vencer al adversario.
Todo el arsenal de guerra: ametralladoras, minas, morteros, bombas, lanzallamas y gases asfixiantes; se acumuló en las líneas del frente que permanecían estáticas. En el oeste se enfrentaban franceses e ingleses contra alemanes, desde el paso de Calais hasta la frontera suiza. En el este, los frentes se extendían desde el mar Báltico hasta la frontera rumana, a través de la Polonia rusa y austriaca (Galitzia). Las líneas de combate constituyeron en su mayoría, y durante gran parte del tiempo que duró la guerra, gigantescos laberintos de refugios, centros de mando, búnkers, líneas de comunicación y puestos de avanzada protegidos por hileras de espesas alambradas.

Participación de Turquía e Italia en la Gran Guerra. Dada su situación estratégica, Turquía e Italia tenían una gran importancia para ambos bandos, que buscaron atraerlas a su lado desde que, al empezar la guerra, estos países se declararon neutrales. A los gobiernos de las Potencias Centrales no pareció sorprenderles mucho esta posición de Italia, no obstante que formaba con ellos la Triple Alianza, porque el tratado de la misma preveía el compromiso de entrar en guerra solamente cuando cualquiera de las tres naciones necesitara de una acción defensiva en caso de un conflicto no provocado por ellas. En cambio al empezar la contienda, las Potencias Centrales vieron la conveniencia de atraerse a Turquía porque, dada su vecindad con Rusia, representaba una posición estratégica para atacar a este país, además de que la población turca  veía con desagrado al expansionismo ruso. Pocos días después de iniciada la contienda, el 2 de noviembre de 1914, Rusia declaró la guerra a Turquía cuando este país  bombardeó el puerto de Odessa sin previa declaración de guerra. En el conflicto, Turquía intervino en favor de las Potencias Centrales, y su participación fue decisiva en la derrota de la expedición naval francobritánica en el territorio de los Dardanelos (1915), así como en las graves derrotas sufridas por los rusos ese mismo año, en las que de alguna manera influyó la participación de Bulgaria favoreciendo a los países centrales, con los que se había aliado poco después de Turquía.
        Por otra parte, los aliados de la Entente desde un principio entablaron negociaciones diplomáticas con Italia para que se aliara con ellos en la guerra y aceptara sus condiciones de participar en el reparto territorial, una vez que las Potencias Centrales fueran vencidas. En un primer momento, el gobierno italiano se mostró indeciso debido a los fuertes lazos enonómicos que tenía con las Potencias Centrales y porque la opinión pública de su país era contraria a su participación en la guerra. Sin embargo, después del fracaso del plan alemán contra Francia, los italianos vieron la posibilidad de triunfo para los Aliados y el beneficio que obtendrían en el reparto del botín al terminar la contienda, por lo que aceptaron el compromiso de unirse a ellos; y el 26 de abril de 1915 Italia firmó en Londres un tratado con los 3 países de la Entente. Casi un mes después, el 23 de mayo, Italia declaró la guerra al Imperio Austro-Húngaro.
       La participación de Italia favoreció la apertura de u nuevo frente bélico en el Sur, ampliado cuando Grecia y Rumania se unieron a los países de la Entente en 1916. A parte de lo que militarmente significaba la apertura de este nuevo frente, sirvió para que los Aliados, aprovechando la situación geográfica de sus enemigos, pudieran realizar un bloqueo que impidió la provisión de mercancías y materias primas para Alemania, en tanto que llos podían contar con loa ayuda económica y el abastecimiento de recursos por parte de Estados Unidos.

La guerra Europea entre 1915 y 1916. En Alemania aumentaba la exasperación por el bloqueo inglés y la idea de la guerra submarina ganaba cada vez más partidarios entre la opinión pública y las autoridades militares, por lo que el gobierno tomó la decisión de desplazar sus ataques al frente marítimo utilizando naves submarinas. En este aspecto Inglaterra se encontraba en posición más ventajosa, ya que su predominio naval era indiscutible además de que podía contar con la ayuda de Estados Unidos pues no obstante su neutralidad en la guerra europea, para nadie era un secreto la simpatía que el gobierno estadounidense mostraba hacia el bloque de los Aliados.

      En un momento de extrema tensión en las relaciones internacionales, el 7 de mayo de 1915, un que de vapor británico, el Luisitania, fue torpedeado sin previo aviso por un submarino alemán cerca de Irlanda, incidente en el que perdieron la vida 1198 personas, entre ellas 120 estadounidenses. Los alemanes aseguraron que el barco, habiendo zarpado de Nueva York, transportaba un cargamento de armas para los Aliados (lo cual fue confirmado por investigaciones posteriores) y que los estadounidenses habían sido advertidos del peligro de viajar en buques británicos. El hundimiento del Luisitania fue considerado por los países neutrales, principalmente por Estados Unidos, como “una prueba concreta de la inhumanidad con la que los alemanes hacían la guerra”, y el gobierno del presidente Woodrow Wilson exigió energéticamente la suspensión de la guerra submarina bajo amenaza de interrumpir las relaciones diplomáticas de Alemania.
      Desde que comenzó la guerra submarina, y sobre todo después del hundimiento del Luisitania, Estados Unidos se convirtió en factor decisivo en la evolución de la guerra, y el presidente Woodrow Wilson empezó a destacar en la política internacional por sus ideas en favor de la paz y sus intereses de actuar como mediador en el conflicto europeo. Sin embargo, las propuestas de paz de Wilson no tuvieron éxito porque ninguno de los países contendientes estaba dispuesto a entablar negociaciones de paz sin haber llegado a obtener un triunfo definitivo sobre sus adversarios.
      Después de los fracasos sufridos por los ejércitos alemanes en el frente occidental durante los primeros meses de guerra, en febreo de 1916 el mando militar supremo de Alemania planeó una gran batalla de desgaste contra Francia que tendría como objetivo “desangrar” a los franceses hasta el punto de obligarlos a aceptar negociaciones de paz. Esta batalla debería tener lugar en las proximidades de la población de Verdún, sitio de especial interés histórico para Francia y punto central del sistema militar fortificado de este país. El objetivo no era ganar territorios, sino destruir el mayor número posible de fuerzas enemigas en un punto del frente. “La Batalla de Verdún”, prolongada durante 10 meses y en la que los alemanes utilizaron el lanzallamas como una nueva y terrible arma, es uno de los episodios más significativos de la Primera Guerra Mundial. Sin dejar de considerar las cuantiosas pérdidas humanas que provocó en ambos bandos, a pesar de haber sido planeada por los alemanes como decisiva para su triunfo definitivo sobre los Aliados, esta batalla resultó ser el fracaso más grande para las Potencias Centrales. La acción de Verdún había sido demasiado costosa para los alemanes , pues consumieron en ella todas las reservas de su material bélico cuando la reposición de éste era cada vez más difícil, mientras que los Aliados recibían continuamente ayuda material de Estados Unidos.

 

La fase mundial de la guerra

    Desde finales de 1916, ante el descontento social y el peligro de un rompimiento en la unidad nacional, las autoridades militares de los países en guerra intensificaron la búsqueda de una solución final entendida como la derrota definitiva del enemigo, ya que ninguno de los contendientes se resignaba a aceptar una paz negociada, sino que buscaban un triunfo completo, y dificultaban así la posibilidad de poner fin a la contienda. En los primeros meses de 1917 habrían de ocurrir dos sucesos que influyeron para acelerar el final del conflicto: la Revolución Rusa y la participación de Estados Unidos en el conflicto europeo.

Influencia de la Revolución Rusa en el nuevo rumbo de la guerra. En febrero de 19117 estalla en Rusia un movimiento revolucionario que derriba el régimen zarista y se instala enseguida un gobierno provisional, circunstancia que da un nuevo giro a la Gran Guerra. A partir de entonces, los acontecimientos de la Revolución Rusa provocaron en todos los países beligerantes un notable aumento de movimientos sociales a favor de la paz en los que participó principalmente la clase obrera. Ante su impotencia para poner fin a la guerra, los trabajadores ejercieron la presión de las huelgas buscando manifestar su descontento y desesperación a los gobiernos correspondientes.
     Los movimientos huelguistas se presentaron en diferente grado de intensidad de acuerdo con las características específicas de cada nación; los más graves ocurrieron en las Potencias Centrales, donde ya había comenzado un proceso de revoluciones internas, pero las protestas obreras se manifestaron también en Gran Bretaña y Francia, países en donde los partidos socialistas habían intentado mantener la estabilidad interna frenando aquellas huelgas que ocurrían en forma espontánea y sin control sindical, pero en las que se dejaban sentir también la influencia  de la Revolución Rusa y los avances del socialismo. Esas circunstancias convencieron a los socialistas de Europa Occidental de la necesidad de convocar a un nuevo congreso socialista internacional en el que se discutiera la manera de poner fin a la guerra.
En marzo de 1917, ante la amenaza que representaba el avance del socialismo para la paz interna de los países contendientes, muchos políticos, tanto de las Potencias Centrales, como de la Entente, trataron de restablecer la paz por medio de negociaciones secretas entre las naciones comprometidas en la contienda. Pero los esfuerzos pacifistas fracasaron porque en los medos políticos predominaban personas interesadas en que su país alcanzara una victoria total sobre sus enemigos, con los correspondientes beneficios: la obtención de territorios e indemnizaciones de guerra sobre los vencidos.
A pesar de que las negociaciones de paz fracasaron en general, la situación política de Rusia la habría de obligar a retirarse del conflicto armado. Después del derrocamiento del zar, la Revolución Rusa tomó un nuevo giro debido a que el gobierno provisional establecido al triunfar la revolución de febrero fue incapaz de dar solución a los graves problemas sociopolíticos. Se presentó entonces la oportunidad para que los Bolcheviques, que constituían al sector radical del socialismo, encabezaran un nuevo movimiento armado que derrocó al gobierno provisional en octubre de 1917. Una vez en el poder, bajo la fuerte presión de las masas populares y ante el peligro de ser derrocados por sus enemigos políticos, los bolcheviques se vieron obligados a retirar a Rusia de la guerra, para lo cual firmaron por separado un tratado de paz con Alemania: el de Brest-Litovsk, cediendo los territorios de Polonia y los países bálticos. Pero este tratado, que parecía favorecer a las potencias centrales, llegaba demasiado tarde para ellas, puesto que desde hacía casi un año los países de la Entente tenían un nuevo y poderoso aliado: Estados Unidos.

Participación de Estados Unidos en la gran guerra. En abril de 1917, después de haber fracasado en sus intentos por conseguir la paz entre los países europeos mediante la vía diplomática, el presidente Wilson justificaba ante el pueblo estadounidense la decisión de entrar en la guerra con el propósito de que “triunfaran la justicia, la democracia, la soberanía nacional y la libertad de los mares” (esto último apoyado en el hecho de que los alemanes habían hundido barcos británicos en los que viajaban ciudadanos estadounidenses). Además, Wilson había sido advertido por los servicios de inteligencia británicos acerca de un telegrama enviado al gobierno de México por Arthur Zimmermann, ministro alemán de Relaciones Exteriores, quien proponía a este país una alianza para “hacer la guerra y la paz juntos” con la promesa de que en caso de triunfar Alemania, México recuperaría los territorios perdidos en la guerra con Estados Unidos (1846-1848). Ante estas provocaciones del gobierno alemán, Wilson no necesitó mayores pretextos para entrar a la contienda. El 2 de abril de 1917, el Congreso de Estados Unidos aprobaba la declaración de guerra y la participación de todas sus fuerzas armadas, como país asociado a la Entente; es decir, se reservaba el derecho de retirarse de la guerra si así convenía sus intereses.
           Con la intervención de Estados Unidos se rompió el equilibrio de fuerzas en favor de la Entente gracias a los diversos recursos que aportó no sólo en forma directa, como armamento y tropas, sino indirectamente a través de la presión económica que ejerció sobre los países enemigos, ya que embargó las exportaciones de éstos e incrementó para los Aliados el crédito público y privado. A la participación de Estados Unidos se agregaba, en consecuencia, la de algunos países latinoamericanos (Cuba, Panamá, Brasil) sometidos a la influencia económica estadounidense, los cuales abandonaron su neutralidad en favor de los Aliados. China, Grecia y Portugal declararon también la guerra a Alemania.
         En enero de 1918, el presidente Wilson presentó ante el Senado de su país un documento en el que definía los objetivos bélicos de su gobierno. En dicho documento, que constaba de 14 puntos, se planteaban las medidas propuestas para lograr una paz justa y duradera, basada en el principio de autodeterminación de los pueblos, que beneficiara no sólo a los países vencedores sino también a los vencidos. En síntesis, Wilson proponía suprimir todo tipo de diplomacia secreta, además de buscar la libertad de los mares y la reorganización de Europa basada en el principio de soberanía nacional. Para Austria-Hungría y los pueblos no turcos del antiguo Imperio Otomano, Wilson proponía solamente “bases más amplias para un desarrollo autónomo”. Los Catorce Puntos culminaban con una propuesta para crear una “Sociedad de Naciones” que garantizara, tanto a los países grandes como a los pequeños, una seguridad efectiva.
·         Uno de los 14 puntos era devolver Alsacia y Lorena
·         Otro de los puntos hablaba de poner la democratización del Estado alemán como primera condición para apertura de conversaciones de paz.

 

Etapa final

A mediados de 1918, las Potencias Centrales habían entrado ya en la fase crítica de la guerra. El 8 de agosto de ese mismo año tuvo lugar un ataque anglo francés cerca de Amiens, junto al río Somme, en el que se emplearon por primera vez en forma masiva “carros de combate” (tanques de guerra), los cuales permitieron infligir al ejército alemán una derrota de la cual ya no pudo reponerse. Semanas más tarde, el 25 de sep. Los Aliados lanzaron una nueva ofensiva de gran magnitud en contra de Alemania en la que se emplearon más de un millón de hombres de las fuerzas armadas estadounidenses, mientras que en los Balcanes las tropas aliadas habían conseguido la derrota de Bulgaria. El 28 del mismo mes de septiembre, el alto mando militar alemán propuso una oferta de armisticio y paz al presidente Wilson, recomendando al mismo tiempo a las autoridades políticas de Alemania la inmediata formación de un gobierno parlamentario sobre amplia base nacional; Austria se había rendido desde el 15 de septiembre y poco después le siguió Turquía, derrotada por las fuerzas inglesas en Palestina. El 11 de nov. De 1918, representantes alemanes y de las potencias aliadas firmaron en Francia, en el interior de un vagón de ferrocarril situado a las afueras de París, el armisticio que puso fin a la Gran Guerra.

Tratado de paz
El 18 de enero de 1919 comenzaron en París las conferencias internacionales de paz, en las que solamente participaron los vencedores Rusia no fue invitada por los Aliados a participar en las negociaciones de paz para no correr el riesgo de que se extendieran las ideas comunistas del nuevo gobierno soviético. La decisión definitiva correspondió a los representantes de las potencias sobresalientes: Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Italia y Japón. Se dejaba a Alemania completamente derrotada.
     Después de varios días de discusiones, se llegó al “Tratado de Versalles”. Principales puntos de éste:
·         El país germano perdía todas sus colonias.
·         Se devolverían Alsacia y Lorena a Francia.
·         *Se obliga a Alemania a pagar una indemnización por los daños y gastos causados por la guerra.
·                *Se disponía la liberación de los prisioneros de guerra y la entrega de más de 800 criminales de guerra.

·                *Se prohibía a Alemania poseer un ejército mayor de 100 mil hombres.

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